martes, 21 de junio de 2016

Por lo que merece luchar


Pasos lejanos, un murmullo creciente, inapreciable al principio, solo lo percibo convertido ya en un estruendo insoportable que hace temblar todo alrededor.
Paralizada presencio cómo de pronto todo revienta arrancándome con violencia de mi equilibrio y despojándome de cordura.
Y todo cruje y se resquebraja y el dolor me desgarra el corazón, estrujando con brío cruel sueños y anhelos.
Como una garra bestial parece arrancarme hasta el último gemido que con fuerza se agarra a mis entrañas.
Y una tristeza atroz, perversa, monstruosa, me arroja a un sobrecogedor y tenebroso vacío mostrándome el fin.
Pero lucho con el vigor que provoca la desesperación, convirtiendo el terror en una fuerza aliada que agrieta y finalmente rompe el oscuro muro que me oprime.
Surge entonces esa tenue luz, esa pequeña llama que con su calor me devuelve la esperanza, como el aliento en el espejo del ahogado, como una sonrisa tras el llanto.
Y cojo aire, contengo el aliento y me lanzo hacia la superficie, fuera de ese mar de tomento y desconsuelo, atravesando con ansia el límite que separa la confusión de la serenidad, anhelando ascender ligera rumbo a la dulzura de unos brazos y unos besos que me devuelvan con ternura el sosiego y la quietud.
Y eres tú. Sé que eres mi principio y mi fin, mi razón y mi locura. Que nada hubo antes y nada habrá después.
Tú lo sabes. Cuando parta me esparciré por el universo. Me encontrarás tras aquellos ojos que te miran con amor, avivando su llama.
 
Junio 2015

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