Una lágrima silenciosa brotó y lentamente recorrió el relieve de sus rostro, con mimo, como una caricia, arrastrando con ella la pena, limpiando a su paso la piel de tristezas y amarguras. Hasta llegar a la comisura de sus labios donde se detuvo un instante para recoger un suspiro que liberó el alma y siguió su camino, delicada, pura. Quedó unos segundos suspendida en la frontera entre su cara y su cuello, como despidiéndose, como cogiendo fuerzas para finalmente dejarse caer y desaparecer definitivamente.
Septiembre 2014
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