martes, 13 de septiembre de 2016

El baile


Se abre la puerta. Una melodía suave, cálida se desborda por el hueco que deja la puerta, envuelve todo el espacio y caldea los sentidos. Me abrazo a sus notas y su ritmo me incita a moverme lentamente. Entre sombras avanzo atraído por la melodía que me guía hasta el centro de la sala donde me encuentro con ella. Sus zapatos, mojados por la lluvia, dibujan en el suelo el rastro de una danza que anuncia la salida del sol.
Dando vueltas por toda la pista de baile parece ignorar todo lo que le rodea, deslizándose de un lado a otro con suavidad, como una pluma que ligera busca el suelo. La miro intentando sentir lo que ella siente en ese momento. Anhelo ese instante en el que todo desaparece, en el que uno se convierte en el centro del universo, como metido en una cúpula, en una burbuja que nos protege de cualquier perturbación exterior poniéndonos en contacto con lo más profundo e íntimo de nosotros mismos. Sé que ese momento es único, que difícilmente se repetirá y por eso mismo yo la observo de lejos, conformándome con el papel de mero espectador. Hasta que girando se acerca a mí y con dulzura coge mi mano arrastrándome a su mundo lleno de música y armonía. De pronto me invade una felicidad serena, y soy absorbido por ese universo que sólo a mí me corresponde, existiendo en medio de un delirio que cubre cada poro de mi piel con un cálido lienzo de asombrosas emociones.

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